domingo, 17 de noviembre de 2013

A los que aún tengan esperanza

Si os calláis un momento y escucháis a los pájaros, en lugar de la televisión, os daréis cuenta de que un nuevo día está a punto de comenzar. Un día normal, lejos de espectacularidades, lleno de tedio, de falta de oportunidades, de desdicha. Un día en el que todos nosotros nos arrastraremos por él,  como seres bífidos y patéticos, esperando la noche, en la que no haremos el amor, ni siquiera descansaremos.
Porque este día es común al resto de nuestras vidas. Es tal cual han programado nuestra existencia.
Hoy también iremos todos al Ministerio, haremos colas eternas, y recogeremos nuestra puta fotocopia igual a la de ayer. Fotocopias realizadas a baja resolución, sin matices, sin personalización, sin tiempo para disfrutarlas. 
En esta sociedad, que nos acostumbra con pequeños fracasos mientras vamos creciendo, lo tiene todo preparado para no arriesgarse.
Esta sociedad va consiguiendo mermarnos. A unos de un trauma, de un golpe duerte y seco. A otros de manera sibilina, procaz, paulatina, como un veneno introducido poco a poco en nuestro organismo, que finalmente forma parte de nuestro organismo y no podemos vivir sin él. Ésa es la mediocridad que no dan de mamar.
Esta es una sociedad donde solo los elegidos viven de lo que están preparados para hacer. Y el resto ocupa el lugar de otros. Para su propio bien y, al mismo tiempo, para un mayor mal.
Y así, todos iguales, planos. El inútil señala y manda al experto. Poniendo pequeños saquitos de arena en su chepa cada día más encorvada.
Y luego, vas al bar, conoces a aquellos que necesitas para formar una chusma y ves claramente que se lo merecen. Que están ahí, bajo el yugo, porque quieren, les gusta. Porque, si alguien les alquilase criterio durante unas horas, darían gracias por que fuera pasajero.
Pero no pasa nada, que tenemos fútbol. Y si no, series. ¡Viva la ficción!

No hay comentarios:

Publicar un comentario