El ser humano es tan rematadamente estúpido que juzga a sus cantantes por sus escándalos, no por sus voces. Que juzga a sus comerciales por sus corbatas y relojes, no por sus ventas y su trato. Que insiste en obedecer al de arriba, ya sea Dios, el macho alfa de las cavernas, o un señor gordo y alcohólico que fuma puros.
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